Durante la Segunda Guerra Mundial, un total de 1222 pilotos de caza, de todas las nacionalidades, alcanzaron la cifra de 20 victorias (aparatos derribados) o más. De ellos, 877 fueron pilotos alemanes, lo que representa el 71.8 % del total.


Si se desglosa el total de 1222 pilotos por rango de victorias, se advierte que el porcentaje de participación de los pilotos de la Luftwaffe se incrementa progresivamente a medida en que se considera una tasa mas alta de derribos. Asi por ejemplo, de los 475 pilotos de todas las nacionalidades que lograron 40 o más victorias durante la guerra, 431 (el 90.7%) fueron pilotos de la Luftwaffe.




Así, la totalidad de los 106 pilotos que durante la Segunda Guerra Mundial derribaron 100 o más aparatos enemigos en combate formaban parte de la Luftwaffe, de los cuáles 15 obtuvieron más de 200 derribos y dos más de 300.

En consecuencia, si se elabora una lista con los principales ases aéreos de la Segunda Guerra Mundial, el primer piloto no alemán que aparece en ella ocupa el lugar 127

La comparación de los principales ases de cada nacionalidad muestra claramente este desbalance en el número de victorias obtenidas con respecto a los experten de la Luftwaffe:


Resulta aún más sorprendente este resultado al comprobar que los cazas alemanes a partir de 1941 actuaron invariablemente en condiciones de desventaja numérica en todos los frentes, en una proporción promedio de 3 a 1 y que en ocasiones, como en el frente ruso llegó a 15 a 1, o cuando ya diezmados por los bombardeos, los combates, la escaséz de combustible y refacciones, tuvieron que enfrentar en el Oeste oleada tras oleada de bombarderos anglo-americanos y cazas americanos de última generación, en desproporción de 6 a 1.

En esas condiciones, y con una cifra de derribos de tal magnitud por piloto, al término de la guerra se nombró una comisión de los aliados occidentales (ya que la URSS se rehusó a participar) para verificar los registros alemanes y por consiguiente las cifras de derribos reportadas. Esta verificación concluyó con la plena ratificación de las cifras captadas por la Luftwaffe.

Varias razones contribuyeron a formar el voluminoso registro de derribos de los pilotos de la Luftwaffe, además de su innegable pericia; entre ellas, el número relativamente reducido de los pilotos de la Luftwaffe frente al de sus enemigos, que implicaba su participación en un número mucho mayor de misiones, asi como la ausencia de un período definido de permanencia en combate, como sucedía en las naciones aliadas occidentales, que retiraban del frente a sus pilotos al alcanzar determinado número de misiones.

A diferencia de los aliados occidentales, los alemanes no estuvieron en condiciones de retirar de combate a sus pilotos después de un determinado número de misiones, aún cuando en las primeras etapas de la guerra si adoptaron la práctica de alejar del combate activo a sus experten más destacados, cuando alcanzaban un determinado número de victorias aéreas, para dedicarlos a labores de comando, coordinación o propaganda.

Algunos de esos pilotos, sin embargo, regresaron al combate aéreo con el transcurso de la guerra, en la medida en que ésta se tornó desfavorable para Alemania.

En ese contexto, el costo pagado por los experten alemanes fué muy alto: el 53% de los 877 pilotos alemanes con más de 20 victorias no sobrevivió a la guerra. Muchos de ellos murieron en las últimas semanas de la guerra, ya que la Luftwaffe luchó hasta el último día con los muy pocos aviones que ya podía poner en el aire.